Por lo general, los gatos son denominados seres fríos e indiferentes, que sólo comparten con nosotros por interés y que más bien son ellos nuestros amos, y no viceversa.
Toda mi vida he tenido gatos y puedo afirmar que cada gato es distinto, ya que cuentan con una personalidad propia, la cual se conforma de cómo se relacionan con otros animales, otros gatos, perros -si los tenemos- y con los humanos que formen parte de la familia.
Claro que he tenido gatos indiferentes, pero nunca son del todo así. Creo que dependiendo de cómo se crían los gatitos a lo largo de toda su vida, y cómo se van relacionando con el entorno, es que desarrollan una personalidad más o menos cariñosa.
En mi caso, lejos el gato más regalón que he tenido es Kiko. Si lo conocieran, notarían enseguida lo simpático que es. Él disfruta la compañía humana, y por sobre todo, los mimos, el cariño (en la pancita, en el cuello, en el lomo), no muy distinto al resto de los gatos.
Pero la gracia de Kiko es que le encanta dormir abrazado a uno ¡Sí, acostado y tapado! Con la cabeza apoyada en la almohada y que lo abracen… ¿Cómo sé que está feliz? Pues porque ronronea estruendosamente y porque cuando uno se va a acostar, él te busca y te pide con la patita que lo dejes acostarse a tu lado.
Es un gato que de verdad disfruta recibir cariño y que también lo entrega. Me roza con su nariz, y frota su mejilla conmigo. Ok, he leído que eso significa que le pertenezco. Supongo que ese es un tipo de amor en su idioma, ¿no?
Texto por Bárbara Vega. Foto.