A diferencia de los perros, muchos de los cuales podemos ver disfrutando y jugando en piscinas y con la manguera, los gatos tienen una compleja relación con el agua. Es habitual que veamos cómo estos felinos evitan todo contacto con ella. Si por alguna razón alguna de sus patas roza un charco, tenderán rápidamente a sacudirse. Por otro lado, a la hora de beberla, tendrán sus propias exigencias y no tomarán de cualquier parte.
¿Por qué se explicaría este quisquilloso comportamiento si , por ejemplo, los felinos salvajes de gran tamaño, pueden llegar a ser grandes nadadores? Un ejemplo son los tigres, que no tienen problemas en zambullirse al agua para cazar o refrescarse. Aunque la cercanía al agua también se da en otras especies pequeñas como el gato pescador, el cual vive cerca de ríos, arroyos, manglares y pantanos en Asia.
Asimismo, también hay razas domésticas que les gusta nadar, como el Van Turco, que le debe su nombre precisamente a un lago en Turquía, su lugar de origen. Sin embargo, la mayoría de los felinos domésticos evitan el agua.
No obstante, se ha postulado que no se trata de un odio intrínseco. El miedo de los gatos se debería más bien a que su piel se moje. Una vez que su pelaje se empapa, éste absorbe el agua y la retiene en las profundidades del pelo, lo cual provoca que pierda su protección natural contra el frío. De esta forma, se desregularía su capacidad de mantener el calor corporal, lo que se vuelve importante en la noche.
La explicación anterior respondería a sus instintos, al igual que otra teoría que afirma que durante el proceso de domesticación los humanos utilizaron el agua como método de castigo. Echándosela a los ojos y orejas, los gatos terminaron identificándola como algo negativo.
Por otro lado, la aversión al agua podría haber sido causada por los ancestros de los gatos, quienes vivían en los desiertos, como afirma otra teoría que también escudriña en un lejano pasado. Los parientes más cercanos a nuestros felinos domésticos serían los gatos salvajes de África, Europa y del Desierto Chino. Debido a esto, no habrían tenido mucha experiencia ni acercamiento con el agua.
Pero además del lugar de origen, la cercanía con este vital elemento también tendría que ver con las interacciones de los depredadores y las presas. Por ejemplo, los leones permanecen en superficies secas para no bañarse en los ríos llenos de cocodrilos, mientras que los leopardos viven en los árboles, alejados de los depredadores y el agua.
Pero más allá de estas teorías, según Sandra Sawchuk de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Wisconsin, los gatos odian el agua simplemente porque nosotros se lo enseñamos.
Debido a que estas mascotas se acicalan, sus dueños tienden a no bañarlos como sí lo hacen con sus perros. Pero Sawchuk advierte: "Pregúntale a alguien que tiene gatos para exhibición, los cuales han debido ser bañados con regularidad y han estado en el agua desde que eran jóvenes. Esos gatos lo tolerarán. No hay lucha en absoluto con el agua.”
Si el agua se utiliza como método de castigo, está claro que terminarán odiándola. Mientras que si tienen la capacidad de controlar la distancia a la pueden llegar a estar cerca y la cantidad de exposición, estarán a gusto con ella. Muchos gatos incluso disfrutan mirando, algo hipnotizados, cómo corre directamente desde alguna llave o manguera.
Por lo tanto, la relación con el agua está lejos de ser única. Sea por una razón ancestral o de costumbres, siempre existirá la oportunidad de que los gatos puedan disfrutar de ella.
¿Cuál es la relación de tu gato con el agua?
¿Realmente odian los gatos el agua?
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Agustina