Un grupo de voluntarios tarareó y habló, no obstante, los perros solamente se acercaron a ellos cuando simularon llorar. Así lo demostró un estudio de la Universidad de Goldmsiths en Londres, realizado por las doctoras Deborah Custance y Jennifer Mayer del Departamento de Psicología.
En el experimento participaron 18 canes expuestos a distintas situaciones. Los animales eran de distintas razas y edades. Mientras que el grupo humano estaba compuesto tanto por extraños como por los dueños, a quienes se les pidió que mantuvieran una conversación casual, tararearan de manera extraña y lloraran.
En el caso del llanto, los perros acariciaron con su hocico y lamieron a quienes se veían afligidos, en una actitud sumisa que se relaciona con la entrega de alivio.
Esta conducta se manifestó sin importar que el voluntario fuera o no el amo del perro. “Si los acercamientos de los perros durante el llanto hubieran estado motivados por una búsqueda de su propio confort, ellos se hubieran acercado más a su fuente más común de comodidad, sus dueños, en vez de un extraño”, aclaró Mayer.
Por el contrario, no se encontró ninguna preferencia. Los animales se acercaron a quien se encontrara llorando, independiente de su identidad. De esta forma, se concluyó que estaban respondiendo a las emociones de las personas, y no a sus propias necesidades. Esto sugiere que su conducta fue genuinamente empática.
"El tarareo fue diseñado para ser un comportamiento relativamente nuevo, que podría provocar la curiosidad de los perros. El hecho de que los perros diferenciaron entre el llanto y el tarareo indica que su respuesta no fue meramente motivada por la curiosidad",
explicó la Dra. Deborah Custance, de la Universidad de Londres.
“Por el contrario, el llanto conllevó un mayor significado emocional para los perros y provocó una respuesta global más fuerte que cualquiera tarareo o conversación", agregó.
Pese a que no se trató de un llanto real, la investigación desestimó este detalle. "El hecho de que los perros reaccionen a una emoción fingida no significa que no sepan percibir nuestras emociones, ya que nuestro mismo cerebro no hace distinción entre si una emoción es simulada o la experimentamos espontáneamente. De la misma forma, no distingue del todo si vemos algo o imaginamos eso mismo”, se sostuvo en la investigación .
Durante, los últimos años, la estrecha relación entre humanos y los perros ha sido ampliamente documentada. Porque así como estos animales pueden reaccionar ante una muestra de dolor, también son capaces de oler las enfermedades. Más allá de escáneres y complejos exámenes médicos, en varios países se han conocido casos de canes que son capaces de detectar distintos tipos de cáncer.
Sin embargo, más allá de lo que pueden lograr gracias a su talentosa nariz, la investigación de la Universidad de Londres viene a demostrar la gran empatía y cercanía que demuestran estos animales hacia los seres humanos.
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por
Agustina