Los perros piensan sobre nuestro comportamiento

Siempre se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, que es fiel y que es uno de los animales más inteligentes. Seguro podremos concordar en que, sin dudas, los perros son animales atentos, que saben de nuestros estados de ánimos, son juguetones y adquieren hábitos.

Además tener una mascota puede ser muy positivo para la salud, en especial a nivel psicológico y emocional, un animal es una excelente compañía y una forma de estar más relajado y liberarse del estrés.

¿Pero pueden los perros leer nuestras mentes? Para Monique Udell y su equipo, de la Universidad de Florida (EE UU), la manera en que los perros manifiestan la atención que le prestan las personas nos indica algo acerca de la forma en que piensan y aprenden sobre el comportamiento de nuestra raza.

Investigaciones recientes han detallado una desarrollada gama de comportamientos sociales equivalentes a los humanos en el perro doméstico, incluyendo su manera para responder al lenguaje corporal de las personas que le rodean, a las órdenes verbales, y a los estados de atención. ¿Pero cómo lo hacen? ¿Observan nuestro comportamiento en distintas circunstancia y luego responden en consecuencia?

Para investigarlo, Udell y su equipo puso en marcha dos experimentos para comparar cómo actuaban perros domésticos, perros pastores y lobos dándoles la oportunidad de pedir comida, ya sea a una persona atenta o a una persona a la que el animal no puede ver.

Así evidenciaron por primera vez que los lobos son capaces de pedir comida acercándose a los humanos atentos.

Esto indica que ambas especies, domésticos y no domésticos, poseen la capacidad de comportarse en relación con el estado de atención de un ser humano. Asimismo, los lobos como los perros fueron capaces de mejorar su desempeño con la práctica.

Además, concluyeron que los perros que viven en un ambiente doméstico son más sensibles a los estímulos predecibles en los seres humanos atentos que los dedicados al pastoreo. Para Udell, “el comportamiento canino se debe a la voluntad de los animales de aceptar a los seres humanos como compañeros sociales, combinada con una capacidad para seguir los movimientos y las acciones de las personas para recibir confirmación”.